Ruptura

Destrucción.
Palabra compleja, su significado induce devastación, pérdida, catástrofe,
pero suelta, desprovista de otras palabras que la cerquen,
en la complejidad que otorga esa ausencia que la limita, que la concreta,
aporta connotaciones poéticas.
Debemos ser conscientes de que acorralándola limitamos sus aspiraciones,
porque la complejidad surge de la indefinición del todo, de lo inabarcable de una mirada,
por eso, en cierta medida, en su conjunto, desprovista de preconcepciones,
y también por simbólica,
produce una saludable belleza exótica, metamórfica, extenuante,
pues toda metamorfosis conduce a un cambio,
un cambio que no está exento de esperanza y temor.
Tal vez por eso su fuerza me ahoga.

Pero en la medida en que nos alejamos de esa concepción metafísica,
y nos acercamos a la meramente física,
percibimos la ruptura.

Imagina tu cuerpo cubierto de heridas, inicialmente superficiales, de carne,
heridas que el tiempo y el abuso convierte en crónicas.
El dolor se ocultará entonces entre los músculos y tendones,
y surgirá de improviso, cuando la carga supere esa tara adquirida.
Ese dolor puede sobrellevarse.
Pero en la mente,
ese componente etéreo producto de los impulsos eléctricos del cerebro en el que muchos creen ver el alma,
el daño es permanente y conduce a un cambio de percepción del entorno,
pues lo masturba.

Por eso no soporto el embate de sus porras,
la carga de sus caballos,
la presión de sus proyectores de agua,
la visión de los cascos que ocultan sus rostros,
embistiendo, cargando, golpeando,
pues más allá de los lloros y de la sangre que limpian sus cisternas,
permanecerá el desasosiego,
el de un alma cambiada,
pues ya no recuerdo el último día que soñé,
o si alguna vez fue un sueño.

No lo dudes,
la destrucción de los sueños es un arma, el proyectil definitivo de nuestros políticos,
esa basura sideral,
sí, sideral porque si pudiera los expulsaría al espacio, lejos de nuestros corazones,
pues para ellos sólo somos cifras, partes complejas de una estadística que nos reduce a un número,
más sencillo, manejable.

Así,
desprovistos de nuestra complejidad, definidos, limitados por la concreción de sus leyes,
de sus deseos, sus programas, de su lujuria
atacan sin prejuicios nuestros sueños, nuestras vidas, nuestras esperanzas.

Supongo que por eso,
ya con poco más me conformo,
prefiero la parte metafísica de la palabra, la que connota su belleza exótica,
la que le otorga su complejidad,
esperando algún día, como en un sueño, su abrazo final.

John Zeugim

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